CGsociety


Sobre diseño gráfico es en mi parecer muy placentero presentar proyectos que otras personas traen como un gusanito y exponen su trabajo creativo para el deleite de nosotros. 

Una muestra es este lugar donde el diseño se desborda con un procesador, un buen tiempo y ganas de sacar lo antes pensado. Un buen portafolio de proyectos con grandes diseñadores gráficos. (En la actualidad ya no cuentan con la página web propia y se dedican a expandirse por medio de redes sociales).

Internet 2024


Regresé un momento a ver este blog y puedo notar como cambiaron mis post a estos tiempos donde se tornaron en su mayoría nostalgia, incluso recuerdo como descubríamos y nos asombrábamos por encontrar cosas en Internet. Tomarse el tiempo para sentarse frente a un monitor y buscar en Google las cosas que se nos ocurría en el instante era toda una odisea. Nos dejaba la satisfacción de haber encontrado un tesoro importante así sea por mínimo que fuera.  

Hoy, esto es poco usual en una realidad a un mundo cada vez apurado a recibir todo ya sea por Tik Tok o en pocas palabras dentro de una red social sin saber que sea falso o verdadero. Lo llamado "viral" es el estandarte a lo que antes fue el bum de ese Internet. Claro, lo viral pertenecía a las páginas individuales o dentro de plataformas web. 

Ya no se tiene tiempo para entender este "Internet" que está aquí en la red. No descubrimos. Nos acostumbramos a pertenecer a redes cautivas. Ser esclavos de la opinión de otros con millones o miles de likes o por bots y algoritmos que nos cautivan y fomentan lo que quieren que pensemos. 

Ahora con esta nueva modalidad "IA" estaremos en trayectoria a ser cada día más predictivos y crearán servicios de respuesta más acorde a nuestra personalidad, incluyendo generar nuestra identificación más adaptable al consumo seguro de una empresa en cuestión. 

La propuesta está aquí. Habrá alguien que le interese en descubrir que fue ese Internet y pertenecer a un origen que le de respuesta de su lógica como autoconocimiento. 

Bienvenidos al reaprendizaje 



Mi Avalancha Apache


Todavía recuerdo los golpes que me daba en la calle con mi querido "carro deslizador", mejor conocido como la legendaria Avalancha Apache. Un juguete extremo para su tiempo, una mezcla de emoción, raspaduras y temeridad infantil.

Jugábamos en plena calle, sin importar si venían autos, doñas con escoba, niñas con faldita o perros con complejo de tiburón. Era una época en la que el pavimento era nuestro parque y el peligro, parte del juego.

Para echar a andar esa joya necesitábamos fuerza de empuje. Podía ser una calle empinada, el impulso ridículo de las manos, o lo ideal: un buen compañero que empujara con alma de motor. Bastaba decir “después tú sigues” y ya tenías combustible para horas de diversión.

Los días de escuela eran eternos. Solo pensaba en volver a casa y agarrar el dichoso volante negro. A mi madre nunca le pareció buena idea que pasara las tardes volando en ese artefacto infernal, y quizás tenía razón. Pero yo era un niño pilucho, vago y testarudo. Así que no me importaba.

Justo enfrente de mi casa vivía Pedro, otro amante de la velocidad de asfalto. Él también tenía su avalancha. Le decíamos Pedro Pistolas, por su forma tan explosiva de tratar a todos. Fue él quien un día me lanzó el reto: una carrera de cuadra completa. Avalancha contra avalancha. Honor y gloria infantil estaban en juego.

Ese día parecía que todos los niños del barrio salieron de sus escondites. Nunca supe de dónde carajos aparecieron tantos. Los gritos llenaban el aire:

—¡Pinche Juan Carlos, gánale al Pedro Pelotas!
—¡Si ganas, Pedro, te invito una torta!

Por supuesto, en aquellos tiempos no usábamos protección. Así que improvisamos: armaduras de botes de leche y cascos de cajas de galletas Marías. Auténtica ingeniería del barrio.

Mi amigo Toño fue el valiente motor que empujaría mi avalancha. Entrenó toda la tarde anterior corriendo por el barrio como loco. Estaba decidido a ganar. Y sí, también tenía motivación extra: le gustaba mi vecina Lourdes, y quería impresionarla.

La meta estaba marcada con una raya de cal en el asfalto. Pedro y yo en posición. Silencio tenso. Y entonces...

¡3, 2, 1... ARRANCAN!



Salimos disparados. Era una carrera rápida, furiosa, con obstáculos y sin reglas. El primer gran obstáculo fue el carro de refrescos del papá de Toño, estacionado justo a media calle. Para pasarlo, tuvimos que lanzarnos pecho a tierra sobre la avalancha y deslizarnos como soldados en misión.

Pedro tomó ventaja. Pero justo en la siguiente esquina, una pareja de enamorados decidió sellar su amor con un abrazo eterno y un beso baboso… ¡en plena calle! Pedro no pudo frenar ni pasar, y entre corajes gritaba:
—¡¿Cómo se atreven a besarse en plena pista de carreras?!

Aprovechamos su atasco romántico y lo rebasamos. Íbamos ya rumbo a la gloria cuando Toño empezó a toser como perro con bronquitis. Pedro nos alcanzó en un parpadeo.

La meta estaba cerca. Los gritos se multiplicaban:
—¡Carlos! ¡Pedro! ¡Dale Toñooo!

El corazón me latía como tambor de guerra… Hasta que, desde la banqueta, apareció mi madre con escoba en mano. ¡Y me lanzó un escobazo que me bajó la presión! Pedro se adelantó y cruzó la meta gritando:

—¡Lero, lero, su mamá le pegó!

Lo odio.
Bueno, lo odié en ese momento.
Ahora solo pienso: un día de estos los busco y pido revancha.
Sí. En mi tan querida avalancha…
(Si consigo una).